La cruda crítica social del pintor japonés Tetsuya Ishida llega a Madrid

Ayer se inauguró Autorretrato de otros en el Palacio de Velázquez que alberga el madrileño Parque del Retiro. Se trata de la primera retrospectiva, a través de 70 piezas, dedicada a la obra y figura de Tetsuya Ishida, quién falleció el 23 de mayo de 2005 con solo 32 años en lo que se sospecha que fue un suicidio. Su obra fue prolífica y su vida de una total dedicación y obsesión por la pintura. Graduado en la Universidad de Bellas Artes de Tokyo, cuentan que prefería gastar sus ingresos en comprar materiales y utensilios de pinturas que en comida para él mismo. Sus amigos y conocidos decían de él que tenía un carácter ciertamente introvertido y que se encontraba oscuramente atraído por la idea del suicidio.

Reconocible por su pintada plástica y su dibujo naif con cierta influencia de la estética manga, lo es aún más por las temáticas controvertidas que trabajaba en sus lienzos. Ishida se crió en un Japón al que el capitalismo y la especulación le robó una década entera y que deshizo finalmente el milagro económico que desde los 60 venía experimentando el país.  El joven Tetsuya Ishida viviría los años centrales de su vida, y su también su madurez como pintor, en esta década de los 90 en Japón, que más tarde será conocida como la Década Perdida. Sin duda, esto  marcaría sus pinturas que siempre hablan directa o transversalmente sobre esta situación. En comparación con la generación japonesa anterior, la cual bailaba al ritmo de city pop, bebiendo las noches y disfrutando de ser una juventud adinerada, la generación de Ishida nació y vivió inserta en una atmósfera pesimista y escéptica que confiaba poco en sus representantes políticos. Ishida en los 90 continuó con la tradición crítica que otros artistas japoneses como Aida Makoto habían iniciado para luchar contra el cruel sistema que les había negado lo que sus padres habían conseguido.

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En sus trabajos nos muestra su preocupación social, haciendo hincapié en el análisis de la realidad de la clase obrera. Dichos acercamientos a estas temáticas lo hacen universal y por muy japonés que fuese sus mensajes son universales, e incluso nos atreveríamos a decir que atemporales. Ishida, ahora que ya no está, goza de más celebridad que en ninguna otra etapa de su vida gracias a que sus obras han aparecido en las redes sociales modernas removiendo conciencias, haciendo a la gente a reflexionar y creando polémicas que por la gran profundidad del mensaje han ido más allá que la propia figura del pintor.

Como Aida Makoto y toda una generación posterior de artistas japoneses harían, Ishida fue crítico con los nuevos intentos de rearme militar que han tentado al Partido Liberal Democrático de Japón en las últimas décadas. Asuntos aún más comunes en la obra de Tetsuya Ishida lo son algunos tan crudos y actuales como la explotación laboral, que va de la mano de la producción masiva y la esclavitud y que resultan a su vez en la necesidad de promover un consumo exacerbado. Pone también de manifiesto el lado oscuro de los avances tecnológicos y presta atención a los defectos de un perverso sistema educativo japonés que procura la eliminación del ego en pos de un mayor control social. También se detiene a reflexionar sobre la soledad cada vez mayor que sufren millones de japoneses en las grandes ciudades y en cómo las personas son apiladas en gigantes bloques sin alma llenos de apartamentos, conocidos como danchi.

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Atrevido, sin tapujos, directo, no hay tatemae en Ishida, quien fue todo honne y pura garra. Recuerda al célebre maestro del eroguro-nansensu Shintaro Kago en la imagen grotesca y mutada que nos presenta del ser humano. Hombres hibridados con máquinas, mutilados o alienados en situaciones inesperadas y sorprendentes, pero en ninguno de los casos queriendo jugar a la elipsis y siempre mostrándonos platos fuertes e incómodos, que lo son aún más por la reflexión que por lo que explicitan. Tan inmorales como la sociedad misma.

Cabe mencionar que con motivo de la exposición se publicará un catálogo que incluirá las obras que se muestran en la exposición, así como comentarios de su comisaria Teresa Velázquez y otros autores como Noi Sawarag, Tamiki Sato, Kuniichi Uno o de Isamu Hirabayashi, cineasta y quien fuese un buen amigo íntimo de Ishida.

Tetsuya Ishida. Autorretrato de otro

FECHAS: 11 de abril de 2019 – 8 de septiembre de 2019
LUGAR: Palacio de Velázquez. Parque del Retiro
ORGANIZACIÓN: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
COMISARIADO: Teresa Velázquez
COORDINACIÓN: Suset Sánchez

Más información aquí.

Licuando colegialas. ¿Quién es Makoto Aida? Padre de una generación de artistas

Makoto Aida, nacido en Niigata en 1954 y ganador del galardón de Maestro de la Universidad de Bellas Artes de Tokyo, es bien conocido en Japón por sus pinturas y grandes murales, que manifiestan tabús y problemas patentes en la sociedad japonesa tanto rural como urbana. La temática que abarca Aida es amplia y va desde el ero guro hasta el tratamiento de los sucesos acontecidos en la Segunda Guerra Mundial. Ha conseguido también gran popularidad gracias a sus videos, fotografías y performances en las que con gran polémica encarna a personajes reales, como pueden ser Shinzo Abe u Osama bin Laden. Este artista multidisciplinar es reconocido como uno de los más importantes en la historia de Japón y es padre de una generación de artistas que le han seguido sin dudar por considerar que, más allá de su gran técnica, Makoto Aida es el artista que mejor representa la idiosincrasia del mundo actual, y que además es el más divertido y excéntrico del panorama japonés.

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Es considerado un artista radical e incluso se han realizado peticiones para que no se exhiban algunos de sus trabajos. Este es el caso de Inu Ningen 《犬人間》 (Perros Humanos), un buen ejemplo de ero guro, es decir, una representación de complejos y deseos que, por lo general, separamos de lo “humano” y  que no suelen manifestarse abiertamente y menos ser representados. En estas series de pinturas podemos encontrar cierta parodia en el uso de características propiamente japonesas, como la importancia de las distintas estaciones. Así combina un estilo macabro con elementos tradicionales de la representación simbólica japonesa, como podría ser la caída de los pétalos de sakura, lo cual nos situaría en primavera.

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Inu (tsuki) (1996)

Entre otras polémicas en las que se ha visto envuelto Aida, él mismo destaca la crítica de los grupos feministas, quienes critican el hecho de que el autor tan solo retrata a mujeres adolescentes. En su obra de 2001 Jûsaa Mikisaa《ジューサーミキサー》 (Licuadora) retrató a mujeres jóvenes siendo trituradas en una licuadora.

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Jûsaa Mikisaa (2001) Acrílico sobre lienzo, 2,9 m x 2,1 m. 

En relación a esta crítica por su supuesta fijación con las chicas adolescentes, asegura que además de por su simplicidad a la hora de dibujarlas, es una simple cuestión de gusto y preferencia. Sin embargo también se trata de una manifestación de la condición general en la que se encuentra la sociedad japonesa actual. El artista relaciona los conceptos de masculinidad y feminidad con el Japón imperialista y militarista por un lado, y el Japón durante la ocupación americana (1945-52) respectivamente. Es muy interesante el símil que realiza entre la mujer y el Japón de la ocupación: las adolescentes en sus pinturas son violadas y mutiladas, algunas muestran intenciones suicidas y otras tan solo aparecen como perversión para con la figura del hombre. Se trata por tanto de un tratamiento personal del trauma de la guerra, de las consecuencias de las vejaciones sexuales y del lamentable constructo sexual que recae sobre la identidad femenina y que el Japón contemporáneo ha heredado de aquel tiempo.

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Mimi-chan o Edible artificial girls (2001)

También fue criticado el sexismo reflejado en Haiiro no Yama《灰色の山》 (Montañas de color ceniza, 2009-2011), donde tan solo aparecen hombres asalariados en traje y ninguna mujer, dando lugar a malinterpretaciones o ideas arcaicas como la de que las mujeres no tienen este tipo capacidad de trabajo fuera de la casa. si bien podríamos interpretarlo como que nos está mostrando la realidad: aún no existe igualdad de género en lo referido mundo laboral. Aun así, según el artista declara él no pinta “realidades para determinar lo correcto del mundo” y en cualquier caso también está buscando expresar la incomprensión que siente por la sociedad y modos de vida actuales. Aida ha mencionado en más de una ocasión que es incapaz de imaginarse a sí mismo convertido en un oficinista o saraariman サラリーマン.

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Haiiro no Yama (2009-2011) Acrílico sobre lienzo, 3 x 7 metros
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Detalle de Haiiro no Yama (2009-2011)

A pesar de la controversia que levantan sus pinturas, en Japón existe una gran producción de material de temática similar, tanto en manga y anime, como en circuitos artísticos más prestigiosos, que sería el caso de Aida. Makoto Aida considera que lo importante a la hora de elaborar sus pinturas es crear lo oportuno, lo que la sociedad requiere en un momento determinado, como declara en la conferencia TED de Tokio. En dicha conferencia se muestra explica su visión artística propia resaltando en un cartel la palabra tekitô 適当, expresión japonesa que usualmente se emplea para expresar «lo apropiado» o «lo adecuado», pero que posee otros significados ambiguos y contrapuestos como aleatorio, irregular o «lo natural».

Muchas de sus obras muestran una clara influencia del manga y el anime, de acuerdo con su aspiración cuando era un niño de convertirse en mangaka. No es raro encontrar gran cantidad de representaciones eróticas, de muy distintos gustos, en estos géneros. Sin duda este rasgo de la subcultura otaku hace que las obras de Aida tengan cabida aquí y disfruten de gran aceptación y popularidad en estos círculos.

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Mutant Hanako (2005)

Un ejemplo de esta influencia lo vemos en su único manga publicado, Mutant Hanako (1998). Aida lo pensó como un simple panfleto para repartir en una de sus exposiciones,  lo cual puede inferirse observando el estilo de su dibujo, sin embargo ha acabado convirtiéndose en un manga de culto y en 2005 se lanzó una versión más larga y a color. Se trata de un manga ambientado en la Segunda Guerra Mundial, que funciona como una alegoría distópica sobre la globalización, la explotación, la energía nuclear y la locura humana. 

Más allá de las polémicas, su figura como artista es importante e imprescindible como “padre” de parte de las nuevas generaciones de artistas japoneses. Ejemplo de esto es su periodo como maestro (2001-2004) al cargo de la Escuela de Arte en Jinbôchô, la cual tiene sus orígenes en las vanguardias de los años 60 del siglo XX. Algunos de los artistas que participaron de esta época fueron radicales tanto en la concepción y forma de entender el arte, como en las consecuencias y mensajes de sus obras. Ejemplo de ello encontramos a artistas como Akasegawa Gempei o Natsuyuki Nakanishi, quienes fundaron en 1969 la academia de arte Bigakko 美学校 como alternativa a Tōkyō Geijutsu Daigaku 東京藝術大学 (Universidad de Arte de Tokio) estableciendo desde ese momento dos líneas de estudios y práctica del arte en Tokio: por un lado Tokyo Geidai, elitista y privilegiada; y por otro la Bigakko, alternativa y experimental, que contaba con artistas voluntarios como profesores. Makoto Aida es considerado también el maestro y mentor del cada vez más reconocido colectivo artivista Chim↑Pom, del cual ya os hemos hablado alguna vez en acchiKei.

Actualmente está trabajando en un nuevo proyecto: a partir del 17 de marzo de 2019 se llevará a cabo una exhibición titulada “Heroes and People in Japanese Contemporary Art” en el Museo Prefectural de Arte de Hyogo en Kobe. Uno de los pilares fundamentales de la exhibición es la reflexión sobre el concepto de héroe. La exhibición busca cuestionar esta figura que priori disfruta de gran aceptación y que se encuentra inserta en la psique de una sociedad que no reflexiona sobre la misma.

Makoto Aida presenta aquí uno de los platos fuertes de la exhibición con una escultura de siete metros de altura que representa a un esquelético y fantasmagórico soldado japonés que flota por la habitación del museo señalando con su huesuda mano el edificio de la Dieta Nacional de Japón. Esta pieza constituye la quinta entrega de su polémica serie de obras conocida como Monument for Nothing y supone la crítica personal de Aida al lamentable estado físico y mental de los supuestos héroes que lucharon por el país durante la Segunda Guerra Mundial.

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