Antinuke 281: un artista que desafía a la muerte en su lucha contra las políticas nucleares de Japón

Las comparaciones son odiosas y la sombra de Banksy es alargada y densa pero, bajo esta ella continúan surgiendo artistas que toman las calles, que las hacen hablar y que desde el anonimato desafían al poder. El artista de Bristol, que ha influenciado a miles de artistas posteriores a su generación, es irremediablemente padre de esta escuela y sus aspectos formales resultan muy accesibles y trasladables en lo formal para todos estos anónimos del graffiti, el stencil o el sticker que trabajan la calle como lienzo y espacio expositivo.

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Antinuke 281, como siempre ocultando su rostro, posa delante de una de sus obras

Las sanciones al arte callejero en Japón son especialmente graves y su severo castigo no son cosa desconocida. Hace poco tiempo conocimos la noticia de como dos estadounidenses habían sido detenidos por las autoridades por atreverse a pintar el vagón-museo del modelo de tren Tokyu 5000 que descansa al aire libre en pleno de cruce de Shibuya y que antiguamente recorría diariamente la línea entre esta zona y Sakuragicho. El pasado mes de febrero, un chico birmano fue detenido por escribir “Feliz cumpleaños” en el Parque Nacional Towada-Hachimantai en la prefectura de Aomori, lo que alentó a las autoridades a realizar panfletos en varios idiomas advirtiendo de las graves sanciones que suponen estos actos. A finales de abril encontramos otro caso: un joven danés llamado Frederik Emil Palmberg, de 21 años, que quiso “simplemente dejar constancia de su visita a Japón” en el metro de Tokyo y fue arrestado por la policía que le detuvo en el aeropuerto justo antes de tomar su vuelo de regreso a Dinamarca.

Tan solo en 2018 ha habido un importante número de noticias protagonizadas por extranjeros que han sido sorprendidos en Japón realizando grafitis y otras manifestaciones de arte urbano en espacios públicos. El gobierno japonés y sus medios de comunicación aliados tienen esta tendencia a hacer hincapié en el hecho de que estos atentados urbanísticos son “casi siempre” perpetrados con “alarmante frecuencia” por extranjeros. Sin embargo encontramos también casos en los que propiamente japoneses realizan los actos más graves. Quizás el caso más llamativo, e insultante, es el del japonés que grabó la palabra estúpido, imbécil (lit. baka ばか) en el monumento erguido en honor a las víctimas del Gran terremoto de Hanshin-Awaji en el que perdieron la vida más de seis mil personas el 17 de enero de 1995 en la ciudad de Kobe.

La psicosis japonesa del extranjero como personaje causante de disturbios se alimenta, en principio, de hechos y casos reales, que si bien no son extremadamente cotidianos, son cada vez más habituales y lo más grave: son siempre noticia. La consideración hacia lo público y el patrimonio compartido conlleva en Japón, más que en cualquier otro país del mundo, una idea de respeto y conservación que en cierta forma es orgullo nacional y medalla de su civismo. De ahí se desprende un poco la dureza de las sanciones y el impacto y repercusión mediática de estos actos.

No podemos quedarnos solo en lo restrictivo, ni tampoco todo es blasfemia y maldiciones sobre el arte urbano en Japón, eso sí, fue necesario esperar hasta 2005 para que se celebrase la primera feria de arte urbano a nivel nacional bajo el nombre The X-Color/Graffiti in Japan Exhibition en la impresionante Art Tower de Mito, Ibaraki. Esta feria explicaría los orígenes del graffiti y sentaría las bases que darían consistencia a la práctica de las distintas disciplinas del arte urbano en Japón. También sería vital la existencia y mayor visibilidad que desde este momento obtendrían artistas como el dúo HITOTZUKI formado por KAMI y SASU, así como del aún más internacional grafitero conocido como Suiko, quienes influenciaron e inspiraron a muchos artistas japoneses a desafiar los límites entre lo legal y lo artístico.

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HITOTZUKI (KAMI+SUSU)
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Suiko

En cualquier caso, la controversia sobre el arte urbano en Japón sigue vigente e incluso estos artistas que acabamos de mencionar también han sido detenidos en varias ocasiones y han tenido que lidiar con las consecuencias de este tipo de expresión artística. Sin embargo, hay algo que hace poderoso al arte urbano, por mucha ilegalidad que suponga y por mucho jabón y disolventes a presión que se lance contra este. Esto es, el potencial de su mensaje. Los japoneses, como cualquier otra sociedad, son sensibles a estos mensajes y la explicitación de estos en las calles es a menudo vista como una oportunidad para poner voz a lo que la represión social no permite o los ciudadanos no se atreven.

Tan solo hace unos días, un tuit de la Oficina Nacional de Inmigración de Japón causó cierta revuelo al criticar las cada vez más frecuentes apariciones de pintadas con mensaje del tipo Free Refugees o Refugees Welcome, reduciendo la polémica a que se trataba de actos vandálicos en propiedades públicas dejando de lado lo importante del asunto. Muchos japoneses, 1300 comentarios y casi 6000 retuits lo avalan, lo tildaron de infantil, hipócrita y de querer desviar la atención sobre las malas condiciones y tratos que los refugiados reciben en las instalaciones que se han destinado para su alojamiento y atención. Es un pensamiento bastante generalizado y lo que les ofende es la realidad de estas prácticas y no un par de pintadas mal puestas. Esto lo sabe bien Antinuke 281, un artista japonés que tiene al gobierno y a la policía con la mosca detrás de la oreja desde hace unos años, pero que se ha ganado el apoyo de un miles de japoneses, consagrándose como uno de los artistas más polémicos y controvertidos del país.

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Antinuke 281, es un pseudónimo que poco o nada esconde las intenciones de su obra. Como si de un superhéroe anónimo que se hubiera autonombrado con su nick de internet se tratase, se arroja a las calles de Tokyo para lanzar su claro mensaje de oposición al uso de energía nuclear en Japón. Su mayor enemigo y villano es la Tokyo Electric Power Company, cuyas siglas son TEPCO, la compañía eléctrica nacional del país y responsable de la central Fukushima Daiichi, donde un 11 de marzo de 2011 colapsaron tres reactores nucleares a causa del terremoto y tsunami que azotaron la costa oriental de Japón.

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El logo de TEPCO como culpable de una metafórica tercera bomba atómica en Fukushima

Lógicamente existen antecedentes de lo que ya se conoce como arte nuclear en Japón. El legado de los traumas de Hiroshima y Nagasaki ha atravesado muchas artes en el país y fuera de este, pero el caso de Japón es único. Como decía antes, Fukushima es el tercero en discordia y ha terminado de asentar una temática grave y delicada en la psique artística japonesa. Kenji Kubota, uno de los curadores más importantes del país y más preocupado por la sociedad japonesa propuso en 2015 a doce artistas japoneses y extranjeros a arriesgarse y viajar hasta las zonas de exclusión en Fukushima, bajo el marco del proyecto Don’t follow the wind. La suma de los trabajos elaborados por aquellos artistas que viajaron a Fukushima ese entonces son retrato del desastre, pero también de la esperanza y el enfrentamiento al corrupto gobierno que censuró y maquilló muchos detalles importantes de lo que allí había ocurrido años antes.

Más allá de la técnica del stencil y otros aspectos formales, no es justo denominar a Antinuke 281 como el Banksy japonés. Si bien la sátira y crítica política está presente en ambos, Antinuke 281 recoge todo un bagaje del arte nuclear que se ha gestado en Japón desde la posguerra y que representa una cicatriz muy personal en la que Banksy no tiene nada que ver. El poder generador de estas armas nucleares no solo produjo muertes, mutaciones y cicatrices queloides en la población, también inspiración y una necesidad lógica de curar un trauma. Surgieron manifestaciones artísticas como la danza ankoku butō, que nace de la mano de Tatsumi Hijikata y Kazuo Ohno, pocos años después de las explosiones e inspirada en la imagen tétrica y deprimente de los transeúntes moribundos que deambulaban agonizantes por Hiroshima y Nagasaki. El dolor y su mensaje es universal, pero la empatía es aún mayor dentro de lo autóctono y los límites de las costas de japón.

Como Banksy es un artista que no da la cara, pero a diferencia de este es un personaje que no se esconde. Sus diseños son a veces elegantes e inteligentes, y otras veces agresivos y violentos, pero siempre están realizando desde una sensibilidad particular que apela directamente a las emociones de aquel los observa. La obra que comenzó a estar en boca de todos y que fue la precursora de su fama es I hate rain, una niña que encarna la inocencia y la indefensión enfundada en un chubasquero bajo la lluvia ácida-química de Tokyo. La obra es controvertida y la emoción que se siente al contemplarla es verdad que recuerda y rima bien con la obra de Banksy Niña con globo. Sin embargo su éxito no solo se vale del contenido crítico sino también al formato pegatina y al hecho de que Antinuke 281 ha producido miles de versiones y distintos diseños de esta para empapelar la ciudad de Tokyo. No se puede huir de ella. Es un sentimiento de culpa que te persigue por la ciudad y también una figura que nos preocupa y que queremos rescatar y proteger… y de paso ver con qué nuevo diseño de su chubasquero le ha vestido su creador. Existen alrededor de nada más y nada menos que 160 versiones de la obra.

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Las obras de Antinuke 281 son a menudo saboteadas por seguidores de la ultraderecha japonesa. Fotografías por © guillaumelahure.com

Y vosotros, ¿os la habéis encontrado por las calles de Tokyo? Daos prisa porque la policía japonesa y los servicios de limpieza del país tienen órdenes de retirar sus pegatinas y obras de las calles. La repercusión del artista es evidente y ha aparecido en medios de comunicación y prensa como Financial Times, The Economist, The Guardian o incluso un pequeño documental producido por Vice Japan. También la versión japonesa de la revista Rolling Stones realizó una entrevista este paladín anti nuclear que es Antinuke 281, consagrándose definitivamente en el país como un artista relevante.

Su cada vez mayor exposición le ha costado que grupos nacionalistas de la ultraderecha japonesa, conocidos como netto uyoku ネット右翼, hayan tumbado en más de una ocasión su página web. También, desde estos mismos círculos, se ha difamado sobre su arte, acusándolo de estar realizado por coreanos anti japón, o incluso se le ha llegado a amenazar de muerte si se atrevía a aparecer en público durante una exposición de sus obras en Tokyo.

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Fotografía por © guillaumelahure.com

Pero 281, bajo sus oscuras gafas de sol y su mascarilla blanca, no cederá en la lucha. En sus propias palabras “quiere un Japón seguro para sus hijos y por este motivo nunca podrá dejar de hacer lo que hace hasta que se muera”. Inspirado por grandes artistas japoneses como Okamoto Taro o el colectivo ChimPom, el artivismo de 281 se constituye cada día más como una poderosa arma de protesta, quizás la relacionada con el arte que mayor impacto ha conseguido en Japón hasta la fecha. No hay vuelta atrás, el mensaje de Antinuke es poderoso, a pesar de que las cloacas del gobierno busquen cada vez más silenciar los movimientos antinucleares en el país. Nuestro artista se basa en hechos: las encuestas dicen que la mayoría de los japoneses no apoyan la explotación de los recursos nucleares. Además opina y advierte que los próximos Juegos Olímpicos de Tokyo 2020 están financiados por empresas que de alguna forma u otra participan de la industria nuclear. Antinuke 281 es un auto afirmado mártir que pone voz a la calle y al pueblo, y que encarna movimientos de desnuclearización y desmilitarización con millones de simpatizantes en todo el mundo. No es un antihéroe en contra de todo gobierno establecido, es un ciudadano indignado que llegaría hasta donde hiciese falta por la paz social y el planeta en el que vivimos. 281 se dice orgulloso de ser japonés y no comparte ideas anarquistas ni desprestigia la forma de gobierno establecida, pero quiere los ciudadanos abran los ojos y despierten. El objetivo es, que algún día, desde las esferas que nos dominan, se entienda que debemos todo al planeta donde vivimos y que este nos ofrece formas de explotación energética mucho más sostenibles que la nuclear.

Todas estas ideas, así como una recopilación de sus trabajos, están plasmadas en sus dos libros: Para todos aquellos jóvenes que habéis nacido en un agonizante país llamado Japónニホンという滅び行く国に生まれた若い君たちへ (2017) y ¿Sigue dormida la rebelión en la ciudad del engaño y la radioactividad? 放射能が降る都市で叛逆もせず眠り続けるのか(2017). Ambos pueden ser encontrados en Amazon por su nombre en japonés.

Sitio web de Antinuke 281

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Pies descalzos: Testimonio del horror de la bomba atómica en Hiroshima a través del manga

Cuando una catástrofe asola un lugar del mundo tendemos casi siempre a pensar primero en las personas que han fallecido al instante o a los pocos días. Es normal, es un pensamiento que entra en nuestra cabeza como un río desbordado y durante un momento nos inunda el cerebro. Luego, tal vez nos paremos a reflexionar sobre aquellos que han sobrevivido a la catástrofe: «¿Qué será de ellos? Bueno, al menos están vivos, eso ya es algo, ¿o no?».

Alguien que sobrevivió a uno de los peores episodios de nuestra historia fue un niño de Hiroshima de tan solo seis años que perdió a toda su familia, a excepción de su madre y de una hermana pequeña, cuando su propia casa se les vino encima aquella mañana del 6 de agosto de 1945. Hablo del mangaka Keiji Nakazawa, que años después reflejó su experiencia en varias obras. Pero sin duda, la que más fronteras ha traspasado, la que podemos encontrar en el Museo Conmemorativo de la Paz de Hiroshima es Hadashi no Genconocido en España como Pies descalzos.

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Keiji Nakazawa, autor de «Pies descalzos».

Nakazawa usa su experiencia personal para hacernos llegar la historia de los que tuvieron suerte, de los supervivientes a la bomba atómica que lanzaron sobre Hiroshima y de cómo algunos lograron salir adelante a pesar de que tenían todas las de perder. Este manga es una lección de historia más valiosa que cualquiera que se pueda aprender en clase. La historia de Gen Nakaoka abre interrogantes que te llevan a buscar más información. Estas son algunas de las cosas que podemos aprender leyendo Pies descalzos.

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Gen y Ryûta.

Yakuza para los huérfanos y Philopon para los soldados

Una guerra no acaba cuando uno de los beligerantes se rinde. Sí, la lucha armada ha terminado, los soldados vuelven a sus países, parece que todo se restaura, pero sabemos que no es tan sencillo. Los periodos de posguerra pueden ser tan duros como los de la misma guerra. En el caso de Japón, tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, las personas encontraron un país devastado por la pobreza y el hambre. El emperador, los altos cargos militares y los zaibatsu (monopolios controlados por cuatro familias) habían destrozado la vida de millones de sus propios compatriotas en un intento de demostrar su supuesta superioridad frente a otros pueblos de Asia Oriental. Niños que se quedaron sin padres y soldados que habían luchado por la causa imperialista fueron relegados a la más extrema miseria.

Nuestro protagonista es un niño que pierde a la mayor parte de su familia y que se va encontrando con más niños a los que la guerra ha dejado huérfanos. Entre ellos está Ryuta, que durante un tiempo se ve obligado a trabajar para la yakuza. Porque tras la bomba muchos de los huérfanos fueron captados por la mafia y las niñas eran vendidas para ejercer la prostitución. La falta de productos llevó a la creación de un mercado negro donde había productos alimenticios de todo tipo, pero a precios altísimos. Comprar unos pocos gramos de arroz era imposible para un niño sin ningún recurso, por no hablar de pagarle a un médico. De esta situación se aprovechaba la yakuza.

Ryuta se ve obligado a entrar en la yakuza para costear los gastos médicos de la señora Nakaoka, que ahora es lo más parecido que tiene a una madre.

Otros que terminaron totalmente desprotegidos eran los soldados. Muchos, al regresar a sus ciudades lo habían perdido todo y acababan pidiendo dinero en la calle

A lo largo de todo el manga podemos ver que Gen se encuentra con soldados que piden dinero en la calle.

Pero si hubo algo que acabó con ellos fue el Philopon. No es ningún caso excepcional que los soldados sean drogados para que ejecuten mejor su cometido. El Philopon era metanfetamina, se creó en 1941 para que los soldados japoneses luchasen sin miedo, para que los kamikazes llevaran a fin la orden que les habían dado. Es normal preguntarse cómo podrían esos hombres estrellarse de forma premeditada, uno de los factores era el Philopon. Esta droga también se les administraba a los trabajadores de las fábricas armamentísticas. Tenían que ser productivos, y el Philopon les quitaba el hambre y el sueño. El propio nombre dejaba claro su cometido: philo (amor) y ponos (trabajo) = amor por el trabajo.
Así podían mantener la maquinaria de la guerra en continuo funcionamiento. Al final de la guerra el  Philopon les sobraba a espuertas, así que el gobierno lo vendió a un precio bajo. Los soldados y los trabajadores que lo habían estado consumiendo se habían vuelto adictos, y su venta libre y barata hizo que se llegase al millón y medio de consumidores, entre ellos también gente joven, como es el caso de uno de los amigos de Gen, que tras probarla se vuelve adicto porque le hace olvidar la situación tan miserable en la que se encuentra. Su prohibición llegó en 1951, pero esto no impidió que la yakuza tomase el relevo y la producción se vio aumentada.

El primer contacto de Gen con el Philopon. Curiosamente es su amigo, el que más tarde se va a convertir en adicto, el que le explica lo que es.

Cobayas humanas

Gen no es el único de su familia que sobrevive a la bomba. Su madre, embarazada, también se libra, al menos durante un tiempo. Porque sobrevivir al impacto de la bomba no significaba haberse salvado, la radiación estaba presente  y se manifestaba de diferentes maneras y en diferentes tiempos dependiendo del nivel de exposición. A estas personas se les llamó hibakusha, y sufrieron un gran estigma social (incluso sus descendientes) debido al desconocimiento de los efectos de la radiación.
En ese clima de posguerra que suponía pobreza para casi todo el mundo, la mayoría de las personas enfermas no podían permitirse un tratamiento médico adecuado por falta de dinero. Vemos como Gen lucha porque atiendan a su madre y a su hermana recién nacida. A pesar de la primera negativa de Gen, unos investigadores estadounidenses atienden a su madre, pero no con la intención de curarla.
Tras el lanzamiento de las bombas atómicas, en 1946, el presidente Truman ordenó la creación de la Comisión de víctimas de la bomba atómica (ABBC: Atomic Bomb Casualty Commission). El nombre que eligieron tal vez nos dé una idea equivocada, tal vez nos haga creer que era una comisión para ayudar desinteresadamente a las personas inocentes que habían sufrido las consecuencias de la bomba, pero era realmente una comisión con un objetivo puramente científico: investigar las consecuencias de la bomba atómica en el cuerpo humano y en el medio ambiente. Por lo que no trataban a los supervivientes, solo aceptaba casos de estudios especiales que pudiesen ayudarlos en su investigación, y el tratamiento que recibían era por un tiempo limitado. Era por esto que la gente no confiaba en ellos, y por eso Gen se muestra tan reacio a que traten a su madre, porque sabe que tienen otros intereses más allá de curar a las personas y que en cualquier momento pueden darle la patada.

Tras llevar a la señora Nakaoka a la ABCC.

El rojo: un color peligroso

En esta historia Gen se topa con adultos que lo decepcionan sin parar, no son pocas las ocasiones en que los niños demuestran más sentido común y compasión que los mayores. Pero hay un par de adultos que se salvan, entre ellos el maestro de Gen, un hombre combativo que se muestra en contra de la guerra y de la pésima gestión que hubo después de esta. Vemos que en cierto punto de la historia lo echan de su puesto por ser subversivo y se ve obligado a seguir dando clases en su propia casa a petición del propio Gen. El hecho de que despidiesen a un maestro no es ningún recurso de Nakazawa para hacer la historia más dramática, fue algo que ocurrió durante la ocupación estadounidense y que se denominó red purge (purga roja). No fue algo único de Japón que las personas de izquierdas se viesen perseguidas, estamos hablando del macartismo.

Cuando el general McArthur ocupó Japón en 1945 ya tenía el terreno allanado en su agenda contra los grupos de izquierda del país, que quería convertir en su base para acabar con el creciente comunismo en Asia Oriental. En el periodo Meiji un grupo de anarquistas había planeado matar al emperador, lo que posteriormente supuso un gran control de grupos políticos que estaban en contra del emperador y que resultaban una amenaza para el imperio japonés. Se creó entonces la policía secreta japonesa, Tokubetsu Kōtō Keisatsu, más conocida como la Tokkō. Estaba dividida en seis departamentos, entre ellos la policía del pensamiento. Básicamente iban a por los grupos de izquierdas, muchos de ellos profesores y universitarios, tanto socialistas, comunistas como anarquistas. Había informantes civiles por todas partes y te podían delatar si no tenías un poco de cuidado. En 1945 esta policía desapareció, podríamos pensar que el gobierno estadounidense les hizo un favor a los japoneses, pero la cosa no quedó ahí, porque el anticomunismo siguió muy presente durante los años de la ocupación.

Durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial un gran número de trabajadores del sector público y privado, así como sindicalistas, fueron despedidos por tener una ideología de izquierdas. Era el inicio de la Guerra Fría y los estadounidenses querían escarmentar a los ciudadanos subversivos para que otros no siguiesen su ejemplo. Por supuesto, esto también afecto al Partido Comunista, cuyo líder, Kyuichi Tokuda, incluso se vio obligado a exiliarse en China. Los parlamentarios comunistas fueron expulsados y los miembros despedidos de sus cargos públicos. El periódico comunista fue prohibido, al igual que otras publicaciones de la misma vertiente. Era inevitable que la red purge llegase a los medios, porque no podían permitir que los ciudadanos encontrasen otros puntos de vista ni se viesen animados a luchar por sus derechos. Otro sector que se vio también especialmente afectado fue el de la educación, muchos profesores perdieron su trabajo. Se estima que en total la red purge supuso el despido de 40 000 personas. Los encargados de ejecutar dichos despidos eran el gobierno japonés y los círculos de empresarios, pero la orden venía de las fuerzas de ocupación estadounidenses. En un periodo de posguerra perder el trabajo de esa forma llevó a la desesperación a muchas personas hasta el extremo de suicidarse. Y algunos de los que a día de hoy siguen viviendo han procedido a demandar al estado para obtener una recompensar y para recuperar su honor, aunque de momento con poco éxito.

El maestro de Gen le explica en qué consiste la red purge.

Nakazawa nos da una lección de historia en toda regla, es crítico con el ejército de ocupación estadounidense, pero también con el emperador y con los responsables de llevar a la muerte y a la miseria a millones de personas. Es un alegato en contra de los poderosos que manejan el mundo y enfrentan a personas, y esta lección la vemos reflejada sobre todo en el padre de Gen, un hombre que está en contra de la guerra, que no se ha creído el cuento de que Japón vencerá ocurra lo que ocurra, de que son superiores a otras personas. Y expresa su opinión sin miedo, a pesar de que en la comunidad es visto como un traidor. Gen recoge esta enseñanza y jamás la olvida durante los años de posguerra. La imagen y las palabras de su padre son el motor que lo impulsa a seguir adelante y a luchar por las personas.

Decidirse a leer este manga es embarcarse en una historia triste pero real y con pequeños atisbos de esperanza. Es un viaje que te vapulea, te da la mano, y cuando te estás levantando vuelve a empujarte si cabe todavía más fuerte. Dicen que la historia la escriben los vencedores, pues esta historia la escribió alguien que no venció, alguien que perdió prácticamente todo. Es la historia de Gen Nakaoka, pero también es la historia de miles de niños que quedaron huérfanos. Es la historia de la peor cara del ser humano, pero también de la mejor. Es la historia de la desgracia, pero también de la esperanza.