Imagina estar sentado en el centro de una habitación de una casa japonesa de posguerra. El tacto del cada vez menos común tatami reconforta tu espíritu. Cuando uno reposa en el suelo la habitación parece más grande. Las paredes de papel cobran su peaje pero permiten que la luz tenue de las robustas linternas toro que alumbran el jardín llegue y penetre hasta el interior de la habitación. Gracias a un pequeño transistor escuchamos la voz de Hibari Misora y Shimakura Chiyoko, o quizás de Misawa Akemi o Suizenji Kiyoko. En cualquier caso la voz de una reina del enka. Pero lo que sabemos seguro es que se trata de una canción o copla cuyo título desconocemos, pero donde la voz es totalmente cautivadora, acompañada de guitarras, kotos y tambores taiko. Nos hablan de amores y desamores, de la melancolía y la tristeza, pero también de la esperanza y el poder de la nostalgia.
Ahora imagina que todo comienza a temblar. La calidez tonal de la habitación ha dejado paso a un ritmo de neones. Rosas, rojos, azules y verdes eléctricamente irradiados en un loop infinito. La madera de la habitación ha dejado paso al plástico y al acero, que bañado en un blanco y gris espacial, nos evocan a una nave absurda pero fantástica. Quizás se trate de un platillo similar al C-57-D de Forbidden Planet. Qué más nos da. Despegamos sin rumbo hacia el espacio. No importa mucho el destino. Aquí lo importante es el ritmo y el sonido del viaje.
Cuando echamos un vistazo a la cabina de pilotaje encontramos una Super Nintendo conectada a una pequeña pantalla y una gran colección de cds con reggae jamaicano. Además de todo eso, un pase para de ida y vuelta infinito, que nos permite ir del primer escenario al segundo tantas veces como queramos.
Bienvenido terrícola, acabamos de aterrizar en el planeta Kiki Hitomi…
Nuestra protagonista es el ejemplo perfecto del equilibrio de influencias. Un demiurgo implacable de su propio universo musical y estético, donde la importancia de lo experimental para nada es compatible con las fronteras que los estilos y las categorías a veces imponen. Una completa enamorada del reggae y el dub jamaicano, que un día nació en Osaka, pero que pronto recondujo su nave hacia Europa en busca de nuevas fronteras.
Dokkebi Q y King Midas Sound
En su primera parada en Londres tendría lugar su verdadero despertar creativo e irrumpió tímidamente al ritmo de dubstep/noise en la escena inglesa con un proyecto dual nombrado como Dokkebi Q, junto con Goh Nakada. El nombre del grupo procede de una criatura mitológica que en Corea funciona como el equivalente asiático de los goblins occidentales. Estos pequeños y extinguidos monstruos presentaban la particularidad de que podían invocar fuego y que solían vagar por los bosques engañando o ayudando a la gente pobre, una actitud similar a la que podemos encontrar en los demonios tengu japoneses. En palabras de Hitomi, el carácter melancólico de esta criatura marcaría no sólo la personalidad del grupo si no también su forma de componer música.


También sería aquí donde conocería a Kevin Martin, alias The Bug, y al poeta Roger Robinson, con quienes haría alianza y formaría el trío King Midas Sound. Apadrinados por Kode9 y su sello Hyperdub lanzarían un primer tema llamado Waiting For You. Si bien Hyperdub no es precisamente un sello plagado de artistas japoneses, cabe mencionar que hoy acoge también al artista nipón Quarta333, otra referencia notable del dubstep japonés con gusto por el 8-bit, que rima muy bien con la figura de Kiki Hitomi.

Camino a Jahtari
Kiki Hitomi, en su imparable nave espacial alcanzaría en 2010 otros sellos de gran relevancia como Ninja Tunes, hogar de Amon Tobin, The Cinematic Orchestra y de otro genio británico del trip-hop y el dub como Roots Manuva. En Ninja Tunes, discográfica fundada en 1991 por el dúo Coldcut, logra un gran éxito como vocalista del EP Catch A Fire de The Bug, donde ya encontramos unos tintes líricos muy cercanos a los de la actual Hitomi.
2011 será el año en el que conjuntamente con The Bug lanzarían el EP Wonderland con la discográfica Jahtari, cuyo fundador es el experto en dub y músico Disrupt (Jan Gleichmar). Disrupt se convirtió rápidamente en su compañero de tripulación espacial, se enamoraron y tuvieron un bebé en Leipzig, Alemania, donde residen actualmente. Combinaron paternidad con su proyecto Black Chow, dentro del cual temas como Wonderland consiguieron buena aceptación y popularidad. Un proyecto musical pensado para ser disfrutado en «el interior de un refugio antibombas en el planeta Marte».
Habría que esperar hasta 2016 para que nuestra capitana comenzase a reflexionar sobre las cadenas que conectan los distintos eslabones de la rueda kármica y… bueno, que nazca Karma no Kusari, el primer LP propiamente de Hitomi. Este momento marcaría un verdadero antes y después en su carrera y supone un firme comienzo de su andadura en solitario que continúa en la actualidad.
De la conexión Japón-Jamaica y Karma no kusari
Una bailarina pierna se eleva sobre la cabeza de una microcircuitada chica japonesa. ¿Una pose de yoga? El pie sostiene unos palillos chinos de comer y con estos agarra una cadena circular kármica. Si no lo entiendes es porque todavía sigues en la Tierra.

Esta imagen es el diseño de portada de Karma no Kusari, que la propia Kiki Hitomi ideó para su LP. Karma no Kusari se gesta en un estudio de grabación en Berlín, pero es un regreso a esos momentos y tonos iniciales que Hitomi añoraba del comienzo de su carrera musical en Londres con Dokkebi Q.
La combinación de estilo que nos propone el señor Disrupt y la propia Hitomi, fusiona elementos del reggae jamaicano con la música folclórica japonesa, dándose una conexión entre ambas culturas muy original pero no pionera. En palabras propias de Disrupt, la música electrónica occidental le debe mucho a Japón, ya que ha sido el país pionero en el desarrollo de todas las máquinas esenciales que permite crear música electrónica aún hoy día. El reggae no habría existido sin estas máquinas japonesas, y sin el reggae no existiría la base de géneros actuales como el soul, el hip hop o el techno. Disrupt defiende esta conexión y comenta a modo de anécdota en el blog de Jahtari como en su momento le felicitaban por la ingeniosa versión de su tema SEGA Beats perteneciente al álbum The Bass Has Left The Building.
La gente daba por hecho que se trataba de un cover del clásico ska Ringo Rock de la banda jamaicana de reggae Soul Vendors. Sin embargo, Ringo Rock a su vez ya era una versión de Ringo Oiwake, tema principal de una ya antigua película japonesa titulada Ringo-en no shojo o La chica del parque de los manzanos (1952). El director de este film sería Koji Shima (1901-1986), quien dirigiría más tarde, en 1956, otro film titulado Asalto a la Tierra (宇宙人東京に現わる, Uchūjin Tōkyō ni arawaru), donde los alienígenas toman Tokyo, muy en consonancia con la estética marciana y espacial de nuestra Kiki Hitomi.
Hay que mencionar también que la anteriormente mencionada Hibari Misora, quién puso voz a este Ringo Oiwake, terminaría por convertirse en una de las artistas más importantes de la historia reciente de Japón y llegaría a ser considerada como una de las más grandes reinas del enka.


En el LP Karma no Kusari tenemos una conexión mucho más directa con el cine. En el track Pink no Kimono, Hitomi recupera la voz del cantante de enka Masaaki Hirao en el tema principal de la película Lady Snowblood (Shurayukihime, 修羅雪姫), dirigida por Toshiya Fujita en 1973. Todos los temas son debidamente adulterados con sonidos 8-bit, procedentes de viejas Game Boys de las cuales Kiki y Disrupt extraen estos ritmos digi-dub. Además, el nivel de nostalgia es tal que incluso se atreven a robar riffs chiptune directamente, como en el caso de Galaxy, donde se toman prestadas melodías del videojuego Dune.
También hay espacio para los homenajes, como es el caso del track Nen Nen Korori. En esta canción se combina una antigua y tétrica nana japonesa originada en el periodo Edo (1603-1868) con un discurso de The Space Ape, polifacético rapero británico del sello Hyperdub, que además de con Burial, colaboraría con Hitomi en muchas ocasiones antes de fallecer a causa de un cáncer en 2014. Esta nana japonesa en cuestión se conoce como Edo komoriuta 江戸子守唄 y ha sido ampliamente versionada hasta nuestros tiempos.
Karma no Kusari es un repaso implacable de sus orígenes e influencias que a veces es una mutación y otras un collage retro, pero sobre todo está muy lejos de tratarse de una orientalización o japonización de los géneros ni de la adscripción a ninguna escena. Se trata de una convivencia y de buscar un punto común, de forma que el bizarro producto que resulta sea orgánico y delicioso para los oídos e irrechazable para nuestros pies. Una canción de cuna japonesa, melancólica e intergaláctica, un paseo nocturno en otro planeta o una tarde jugando a videojuegos retro en Jamaica, sin necesidad de viajar hasta la isla o de quitarse el kimono.
WaqWaq Kingdom y su LP Shinsekai
El nombre de WaqWaq Kingdom procede de la expresión waku waku わくわく que en japonés denota alegría y entusiasmo y da título a otra de las aventuras musicales en las que Kiki Hitomi continua embarcada a día de hoy. Desde 2015, Hitomi colabora con Shigeru Ishihara, conocido como en solitario como DJ Scotch Egg y que es también miembro de la banda Seefeel (Warp Records), donde combina el IDM más experimental con el post rock. Ishihara lo mismo vale para un roto que para un descosido, y a parte de sus labores musicales regenta un popular restaurante de okonomiyaki en Berlín.
Juntos añaden una variable más al sonido Hitomi y buscan introducir sonidos y ritmos tribales procedentes de África. Para ello se ayudan de Andrea Belfi en la parte de la percusión, quien toca la trimba en las composiciones de WaqWaqKingdom. Las creaciones de WaqWaq Kingdom se relacionan con el concepto de Shinsekai o Nuevo Mundo, el cual libremente han asociado al nacimiento de un nuevo lenguaje musical, más tribal y más trance, con notas aún mayores en cuanto a experimentación del género reggae. Shinsekai da también título al primer LP que Hitomi pública bajo dentro de este proyecto.

En Shinsekai lo psicodélico está también mucho más presente tanto en lo sonoro, como en lo visual. En el videoclip de Sugar Pills, Hitomi y Shigeru celebran con mucha intensidad esta extrañeza y peculiaridad intrínseca de la cultura japonesa con un montaje absurdo y fascinante que recoge distintos detalles de distintas festividades tradicionales del país. Gente hostiandose mientras arrastran colina abajo los pilares del Gran Santuario de Suwa en Nagano durante la festividad conocida como Onbashira matsuri, combinado con una recopilación de derrapes y vuelques de carrozas sansha, pasando por danzas de leones shishimai y demonios tengu en éxtasis.
La voz de Hitomi es omnipresente en todo el LP. En Blow It Up, Hitomi da ejemplo de la versatilidad de sus habilidades con cierto gusto a FKA Twigs, mientras que otros tracks como Koko Says nos retrotraen de nuevo a Karma no Kusari, pero esta vez con una atmósfera infinitamente más implacable e hipnótica. Bird es un magnífico pájaro que atraviesa volando la lucha sin cuartel entre la trimba experimental de Andrea Belfi y el digidub de Shigeru.
El resultado de Shinsekai es una mezcla claramente imperfecta pero verdaderamente interesante. Podría ser visto como un primer intento serio de hibridar las tres personalidades que integran la banda y el inicio de un camino hacia una madurez más conjunta. No es una una simple conjetura y temazos con más cuerpo como Oh It’s Good, donde el trío equilibra mejor sus aportes son prueba de ello. Sin duda este auto denominado «Science Ninja Team» de WaqWaq Kingdom tiene un futuro por delante con mucho que decir todavía y sabemos de primera mano que están encerrados en su estudio grabando material nuevo.


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