— Escrito por James Suarez. Trad.: José Fernández

El año iba a ser 2020. Todo apuntaba a ello… y aún más después haber hospedado con éxito la Rugby World Cup. Tokio parecía más que lista y preparada para recibir y orquestar este verano uno de los eventos deportivos más grandes e importantes del mundo: las Olimpiadas de 2020. Las infraestructuras necesarias estaban listas y en su sitio. Todo en orden y bien colocadito. Se habían hecho los ajustes necesarios. Incluso el gobierno japonés había modificado su calendario de festivos nacionales para adaptarse bien a las fechas durante las que iba a transcurrir el evento. Hasta se habían modificado y aprobado algunas leyes… como lo de fumar en espacios cerrados, que se había prohibido para evitar problemas con la esperada entrada masiva de turistas procedentes de todo el mundo. Entonces viene lo jodido. Una pandemia global aparece y propina al ocio nocturno, con el más potente de sus ganchos, una hostia de las que a uno le cuesta recuperarse.
Tras el encierro el verano se acabó, llevándose por delante, entre otras cosas más importantes, a las famosas Olimpiadas… Pero, ¿qué ha pasado con la fiesta? ¿cómo está siendo el resurgir de la vida nocturna tokiota y la escena clubbing en la capital?

Junio. Parece que ha pasado una eternidad. El gobierno japonés levantó el estado de emergencia y empezó aflojar con los negocios considerados como no esenciales. La vida urbanita comenzaba a recuperarse. Sin embargo, no salí por ahí de fiesta hasta julio. No pisé un club hasta mediados de ese mes y las fotos que veis aquí las he hecho desde entonces hasta ahora.

Las discotecas y los bares, aunque con menos ruido y humo del habitual, volvieron a acoger en sus suelos pegajosos a clientes sedientos de alcohol y ritmos electrónicos. Eso sí, bajo medidas estrictas en las que no faltaban controles de temperaturas y maniobras de desinfección. A veces incluso te solicitaban proporcionar datos personales de contacto para advertirte en caso de que se confirmase que algún otro asistente había dado positivo… por covid-19. No me voy a meter en cómo de eficaces eran los métodos que vi. No sabría decir, pero si participando y haciendo lo que me pedían iba a significar más seguridad y que los negocios podrían estar abiertos y no arruinarse, estaba totalmente dispuesto a colaborar en tales procedimientos.

Para muchos, el mantener la mascarilla mientras se pilla un pedo es prácticamente imposible. Algunos clubes de la ciudad disponían de atentos guardianes (aka. personal de seguridad) que iban a asegurarse de que los fiesteros se colocaran de vuelta la mascarilla sobre sus rostros… inmediatamente después de cada trago a sus respectivas bebidas. Sorbo, mascarilla, sorbo, mascarilla. Pero la noche avanza y la peña cada vez está más borracha. Y la gente borracha se ve que es menos autoconsciente y olvidadiza, por lo que a veces se les olvidaba lo de la mascarilla después de cada ración de vodka (aka. sake). La mitad de las veces terminaba con la escena típica de un grupo de amigos en los que unos pocos gritan a los otros, haciéndose oír como pueden por encima de la música a toda hostia , que se pusieran la mascarilla.

Es verdad que algunos asistentes a estos clubes optan por no usar protección en absoluto. Mascarillas, me refiero. Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, poco a poco parece que ha ido calando el mensaje de que la mascarilla va sobre la cara y no sobre otras partes de sus cuerpos.


Las multitudes que veo en los clubes nocturnos parecen pertenecer al club privilegiado de ser jóvenes. Personas que, en principio, son más fuertes y resistentes ante esta enfermedad del covid-19. Por otro lado, lo cierto es que todos los garitos y clubes a los que he asistido este verano en Tokio siempre tenían limitación de aforo, básico para evitar que se petaran, y que corriese el aire, procurando la mayor ventilación posible.

Todavía es difícil decir cuál será el futuro que depara a la escena clubbing de Tokio. Siguen siendo momentos extraños y se viven situaciones ambiguas. Lo que yo veo es que las calles cada vez están más ajetreadas a cada fin de semana que pasa y que el ritmo frenético vuelve a ser precisamente eso. Vamos, que los garitos vuelven a estar a tope. Sin embargo, no hay cura del virus a la vista. No sabemos cuándo aparecerá o si es que lo hará pero, una cosa está clara, la «nueva normalidad» ya existe en los clubes de la capital, de esta forma tan peculiar como esperable. Sé que hay muchos países repartidos por el planeta que aún siguen confinados. Lo sé y por eso estoy agradecido de poder estar viviendo la incomodez de la nueva noche de Tokio, por que sea más relevante o menos para el futuro de la humanidad o incluso para la economía global, representa los intentos que estamos haciendo todos por seguir bailando, por seguir adelante. Por mantener la escena viva.





Ah, y recuerda que, si estás buscando aventuras de alcohol y desenfreno romántico, la monogamía, en estos momentos, es la mejor opción…

Y llevar mascarilla no tiene porque no haceros sentir fabulosos…

¡Tampoco el distanciamiento social debería impediros bailar… pero separados, eh!
Fotografías por © James Suarez. ¡Podéis seguirme en mi web, Instagram y tienda online!